Bukele, el caudillo en estado de excepción
Cuando llegó de trabajar una tarde, Luis se encontró un agujero en el techo de su dormitorio. Los pedazos de uralita estaban desparramados por la cama y las sábanas llenas de tierra y marcas de pisadas. “Debieron ser ellos”, pensó al encontrar aquel destrozo hace como cinco años. Durante mucho tiempo, Luis se acostumbró a escuchar a gente trotar sobre su cabeza y la de su familia como si fueran carreras de caballos al galope. “Era común que los muchachos escaparan de la policía por los tejados de nuestras casas mientras se disparaban unos a otros”, recuerda ahora delante de una casita diminuta de lámina y ladrillo levantada con sus propias manos en la colonia Campanera, en la periferia de San Salvador, uno de los feudos históricos de la pandilla Barrio 18.
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