El hambre como arma de guerra en Gaza

El hambre como arma de guerra en Gaza


Apple iPhone 15 Pro Max - El Corte Ingles





En Gaza hay dos formas de morir. La más rápida es bajo las bombas, la otra una lenta agonía por las condiciones infrahumanas en las que vive una población cercada por tierra, mar y aire. Desde el 7 de octubre, la Franja amanece cada día molida, como una ciudad fantasma en el norte o como un océano con chozas improvisadas con ropa, mantas o plásticos en el sur. Familias enteras hacinadas en campos de refugiados o directamente en la intemperie. Niños y niñas tiritando del frío, largas colas de personas buscando víveres, otras aguardan horas y horas para hacer sus necesidades, mientras las más desafortunadas se lamentan de amputaciones o heridas que no tienen dónde curar.

El Ejército israelí lleva días recrudeciendo su ofensiva sobre la Franja, al mismo tiempo que pone trabas a la entrada de ayuda. Los civiles ya no temen solo a las bombas. «El hambre, la falta de agua, higiene y saneamiento matan tanto o más que las bombas», explica Ricardo Martínez, responsable logístico de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras. Naciones Unidas advierte que la mitad de la población está pasando hambre. Nueve de cada diez personas no pueden comer todos los días, según ha alertado el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Las organizaciones humanitarias sobre el terreno denuncian el uso del hambre como «arma de guerra» e insisten en la necesidad de un alto el fuego inmediato. «Los cuatro jinetes del apocalipsis ya están presentes en Gaza: la guerra, el hambre, la peste en forma de heridas de guerra y la muerte», describe Martínez, quien volvió de la Franja el pasado sábado tras pasar allí un mes. «No hay ningún lugar seguro», reitera. El derecho internacional exige que la ayuda humanitaria se entregue sin restricciones, ni obstáculos, denuncia Bushra Khalidi, responsable de políticas de Oxfam Intermón en los territorios ocupados palestinos e Israel. «Las organizaciones humanitarias tenemos que tener libre acceso a las comunidades afectadas y en Gaza tenemos muchas dificultades para trabajar», lamenta.

El paso de Ráfah y los controles israelíes

Hasta ahora, la ayuda humanitaria solo ha entrado por el paso de Ráfah, en la frontera con Egipto, aunque Tel Aviv anunció el viernes la reapertura temporal del paso de Kerem Shalom, en el sur. Las organizaciones humanitarias denuncian que todos los puntos fronterizos que conectan a Gaza con Israel están cerrados y que la ayuda que ha entrado por Ráfah lo hace de forma muy restringida. Al otro lado, cientos de miles de camiones con ayuda humanitaria aguardan su turno para acceder al enclave palestino. El primer problema es la priorización de los camiones, explica Laura Bill, representante adjunta en Palestina del Fondo Internacional de Emergencia de la ONU para la Infancia (UNICEF).

Ráfah da a la península del Sinaí, una zona en la que solo pueden operar las autoridades egipcias o la Media Luna Roja del país árabe. «Los primeros días de la apertura del paso, el control exhaustivo de los camiones solo se hacía en Egipto, pero ahora también lo exige hacer Israel», explica Bill. Los camiones tienen que hacer una ruta de 100 kilómetros hasta el paso de Nitzana, para ser escaneados por las autoridades judías, y después regresan por la misma ruta, vuelven a Ráfah y finalmente cruzan a Gaza.

«Se ha complicado mucho la logística de la entrada de camiones ante la necesidad de verificar desde un punto de vista de seguridad que lo que está entrando es solo ayuda humanitaria», asegura la directora de la Agencia para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en Europa, Marta Lorenzo. «Ráfah era un acceso peatonal antes del 7 de octubre. No estaba preparado ni adaptado para el acceso de camiones», matiza. «El desvío a Nitzana es porque Ráfah no está equipado para hacer el control de forma exhaustiva que quieren hacer los israelíes», argumenta Khalidi.

Desde UNRWA insisten en que en estos momentos los 2,3 millones de habitantes de Gaza necesitan ayuda humanitaria. En la actualidad, como máximo acceden «80 o de 100 camiones, cuando antes del conflicto entraban 500 camiones todos los días». Y no es suficiente con que lleguen los camiones dentro de Gaza, sino que «necesitan las condiciones de seguridad y de movimiento para poder distribuirlos, tanto en el norte como en el sur», añade. El norte está restringido a cualquier tipo de acceso. «No podemos acceder a los lugares del norte, donde sabemos que son más acuciantes las necesidades de ayuda médica humanitaria de la población que ha quedado allí bloqueada», recuerda Ricardo Martínez.

Solo ha entrado el 5% de la ayuda que necesita Gaza

Una vez dentro de Gaza, los camiones egipcios aparcan en el lado palestino. Descargan la ayuda y los camiones gazatíes son los que pueden transportarla dentro de la Franja. Israel ha cerrado el paso de Beit Hanoun (Erez) y hasta el viernes mantenía cerrado el de Kerem Shalom. De hecho, solo permitían el paso a casos excepcionales como los enfermos que requieren de un tratamiento muy especial. 

«La comunidad internacional tiene que pedir que abra el paso fronterizo de Kerem Shalom no solo a la ayuda, sino también a productos comerciales. Hay muchos empresarios en Gaza que estarían dispuestos a abrir sus tiendas y vender productos para que se mantenga una economía local», asegura la responsable de Oxfam Intermón. Otro gran obstáculo para el traslado es la falta de combustible. «Lo que necesitamos es algún tipo de previsibilidad, es decir, no podemos estar dependiendo de que hoy sean 60.000 litros de combustible y mañana sean 120.000 litros», explica la directora de UNRWA en Europa.

La organización tiene claras las necesidades mínimas para poder mantener las operaciones humanitarias. de ahí que la ayuda que está entrando sea insuficiente. Las ONG denuncian que todo este proceso y los minuciosos controles israelíes ralentizan todo. Una vez dentro de la Franja, los bombardeos impiden hacer llegar esta ayuda humanitaria a toda la Franja. La ONU denuncia reiteradamente que las condiciones en Gaza han hecho que las entregas sean «casi imposibles». La capacidad de la ONU para recibir ayuda, ha denunciado la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por sus siglas en inglés), se ha visto «significativamente mermada en los últimos días». «La ayuda que ha llegado representa solo el 5% de lo que necesita Gaza», señala Khalidi.

«Una lata de atún por familia»

En dos meses de guerra, el hambre se ha extendido por toda la Franja. «En las denominadas zonas seguras que no son seguras, no existe ningún tipo de infraestructura ni de agua ni de saneamiento y a eso le estamos añadiendo en invierno temperaturas más bajas y lluvias donde no existe canalización de agua», describe la responsable de UNRWA. «Solamente estamos distribuyendo 1,5 litros de agua, en algunos casos por familia, ni siquiera por persona o una lata de atún por familia. Eso quiere decir que la gente pasa hambre», añade. Naciones Unidas calcula que el 63% de la población pasa un día sin comer y el 91% duerme sin haberse llevado nada al estómago. «Comer y beber es un desafío y los estamos abocando a una guerra fratricida por la pura supervivencia», subraya el coordinador de MSF.

El único molino de trigo de Gaza cerró aproximadamente durante la primera semana de la guerra porque no hay combustible. «Veremos muchas más muertes relacionadas con el hambre o directamente atribuidas al hambre en los próximos días si no ocurre algo milagroso», advierte la portavoz de Oxfam Intermón. Su cuñada le ha contado que llevan dos días sin comer nada, ni ella, ni sus hijos, ni su suegra, ni su padre. «Está sin harina desde el sábado, no hay ni sal en el supermercado, el aceite de cocina de tres litros y medio cuesta 300 dólares. Un kilo de harina cuesta lo mismo», denuncia.

En el sur se concentran 1,8 millones de personas hacinadas. Antes del octubre, Ráfah contaba con 300.000 habitantes, ahora con cerca de 1,3 millones personas. Sin embargo, todas las organizaciones insisten en que no hay ningún lugar seguro en Gaza. «Cada día en una página web militar emiten nuevas órdenes de evacuación inmediata de barrios enteros bajo la amenaza de bombardeos. Están abocando a la gente a huir hacia el oeste o hacia el sur, donde les esperan todo tipo de dificultades», explica el responsable de MSF. La llegada del invierno empeora todos los escenarios. No tienen calefacción ni donde calentar la poca comida que consiguen. «Los días que no consiguen madera, queman restos de plástico o de basura para calentarse», describe Khalidi. 

«Las aguas residuales se vierten al mar»

Las escuelas y los campos están superpoblados y por encima de sus capacidades. «En algunas de las escuelas nos están comentando que hay por ejemplo un baño por 800 personas», destaca la representante adjunta en Palestina de UNICEF. Las malas condiciones sanitarias en los refugios, en las escuelas, el campo de desplazados, asegura el portavoz de MSF, provocan un aumento significativo de algunas enfermedades transmisibles como diarrea, gripe, viruela o meningitis. También son comunes las infecciones respiratorias agudas, al tener que compartir espacios reducidos con tanta gente. «Se están reportando unos 1.500 casos de enfermedades intestinales diariamente por la escasez de alimento y la mala calidad del agua», dice Martínez.

Antes del 7 de octubre, el 97% del agua de Gaza estaba contaminada. «Israel decidió cerrar todas las fuentes que suministra a Gaza y ellos les compran la mitad del agua», aclara la responsable de políticas de Oxfam Intermón en los territorios ocupados palestinos e Israel. Han reabierto un par de puntos de recogida en el sur, pero no hay agua corriente en el norte. «Esto significa que todas las aguas residuales también se bombean directamente al mar. Así que contamina el mar, pero también contamina el acuífero. Incluso si está bombeando agua de un pozo, no estará limpia debido a que las aguas residuales se vierten al mar», denuncia. Según Naciones Unidas, se están vertiendo 140.000 metros cúbicos de aguas de las alcantarillas, aguas fecales, directamente al Mediterráneo. Una realidad que impacta a la salud en general, la gente bebe agua sucia y enferma. Y todo «en un contexto donde no hay hospitales, médicos ni medicamentos», añade.

Hospitales convertidos en zonas de guerra

Según la Organización Mundial de la Salud, solo 14 hospitales de los 36 originales en la Franja de Gaza funcionan de forma parcial, dos en el norte y 12 en el sur. Desde el 7 de octubre, la OMS ha registrado 449 ataques a centros o equipos sanitarios en Gaza y Cisjordania, y 60 en Israel.

Además, «los hospitales se han convertido en zonas de guerra», reconoce el responsable logístico de la Unidad de Emergencias de MSF. «Hace unos días los tanques ya estaban avanzando y accediendo al hospital mayor de referencia en Jan Yunis. Pero aún están pasando muchas más cosas en el norte que nos es más difícil conocer», añade. Además, los bombardeos diarios traen más muertos y heridos graves a los hospitales donde las camas ya están ocupadas y «no hay espacio para má, el personal médico está saturado después de más de 60 días de guerra», concluye.

«Tenemos que recalcar la necesidad de un alto el fuego humanitario», insiste Marta Lorenzo. «No hay ningún lugar seguro, ni siquiera nuestras instalaciones y es evidente que se están infringiendo todas las normas de la guerra», concluye. No hay palabras suficientes, asegura la responsable de políticas de Oxfam Intermón, para describir la gravedad de la situación en toda la Franja de Gaza. «No existe una respuesta humanitaria coordinada y a gran escala como la que normalmente nos prepararíamos en una crisis como esta», denuncia.

Fuente

Samsung Galaxy S24 Ultra 12GB + 512 GB - El Corte Ingles