«Tenemos un 50% más sol que Alemania, podemos ser una superpotencia»

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Estar cerca de las fuentes energéticas explica en buena parte el éxito económico de muchos países y regiones. El acceso al carbón permitió a Reino Unido despegar en los albores de la Revolución Industrial y el petróleo ha enriquecido a una velocidad de vértigo a potencias como Arabia Saudí. Pero en un mundo asolado por el cambio climático e inmerso en una transición hacia las energías limpias, España puede ser una de esas potencias líderes.

Así lo defiende Daniel Pérez, experto en estas energías, en el reciente ensayo La superpotencia renovable (Arpa), en el que detalla cómo nuestro país, uno de los que más sol y viento tienen de Europa, puede atraer a empresas punteras y llevar a cabo una reindustrialización verde gracias a una energía barata e ilimitada. Pérez, a sus 36 años, conoce bien el sector. Actualmente es el director de L’Energètica, empresa pública de energía de la Generalitat de Cataluña y antes ha ocupado cargos directivos en la patronal Unión Fotovoltaica Española (UNEF), así como en Holaluz y en laFundación Renovables.





Portada de ‘La superpotencia renovable’

Pregunta: ¿Por qué dices que España puede llegar a ser una superpotencia renovable? 

Respuesta: Tiene las condiciones meteorológicas adecuadas para poder serlo. En los anteriores panoramas energéticos, con el petróleo y el gas, dependía de que los tuvieras en el subsuelo. Ahora, el nuevo paradigma energético depende del sol y del viento. Entonces, cuando tú tienes un 30% más de sol que Francia, un 50% más que Alemania, claramente tienes una ventaja competitiva. Y si esa ventaja competitiva la capturas, te puedes convertir en una superpotencia.

P: ¿En qué punto del camino nos encontramos para llegar a este objetivo? 

R: Somos una superpotencia en potencia. El sol lo tenemos y seguirá estando. La ventaja existe, pero para que te toque hay que jugar a la lotería. Ese jugar pasa por construir los mecanismos captadores de esa energía con la que cada día nos levantamos para poder aprovecharla. Vamos en la buena dirección. Por ejemplo, España ha pasado de cinco gigavatios de solar a 25 gigavatios desde 2018. Pero todavía falta mucho más. Ahora mismo estamos un poquito por encima del 50% del mix eléctrico renovable, pero tenemos que llegar al 100%.

P: Dices que podríamos ser la “Arabia Saudí” del siglo XXI y comparas esta Iberia del futuro con Irlanda actualmente a la hora de atraer empresas. ¿Qué supondría para nuestra economía esta apuesta por las renovables?

R: Supondría reindustrializar el país. Las nuevas industrias, como la robótica, la inteligencia artificial, el hidrógeno, las fábricas de baterías o de vehículos eléctricos son muy intensivas en energía eléctrica. Uno de los factores decisivos a la hora de establecerse en un país sin duda va a ser el precio de la energía. Y ya se está viendo eso, en el último BOE energético se reconoce que hay una petición masiva de puntos de conexión de consumo y el Gobierno dice que hay una necesidad de regular esta situación porque están recibiendo un alud de solicitudes de nuevos consumos, que básicamente son centros de datos y plantas de hidrógeno. Ya está pasando esta reindustrialización.

P: Sería también una economía de mayor valor añadido que la que tenemos ahora, basada principalmente en el turismo.

R: Claro. El sol, además de para calentar turistas, se puede usar para reindustrializar. Ese es el cambio de paradigma. Eso no quiere decir que haya que acabar con el turismo, pero hay que diversificar y ese sol puede darnos un paraíso energético.

El sol, además de para calentar turistas, se puede usar para reindustrializar

P: A medida que avanzaba la implantación de la energía solar o eólica en nuestro país, ha ido creciendo la oposición en algunas zonas por su impacto en el paisaje o la biodiversidad. ¿Puede suponer un freno a la larga al despliegue de estas tecnologías?

R: Espero que no sea un freno, sino un reto que superemos. Lógicamente hay que regular la manera en la que se implanta y entiendo perfectamente las reticencias de muchos territorios. Las renovables, por sus características, tienden a una cierta implantación territorial y una cierta concentración, pero igual que hay concentración en territorios que son más dados a la producción de vino o de cereales porque tienen mejores condiciones. Y eso tenemos que aceptarlo. Si queremos hacer la transición energética va a haber comarcas que sean deficitarias y otras que sean excedentarias de energía. 

Ahora bien, a esas comarcas excedentarias hay que demostrarles que las que son deficitarias han hecho todo lo posible por cubrir su consumo. No puede ser que haya ciudades con tejados vacíos [de placas fotovoltaicas].  Hay que ocupar terreno, y la clave es cómo se ocupa ese terreno. Tiene que hacerse, primero, con diálogo. No puede ser que el alcalde se entere por el BOE de que se va a hacer un parque en su municipio. 

Y segundo, con compensación. Los municipios tienen que percibir que acoger un parque solar es una cosa positiva, no un problema, porque te puede generar empleo. Trujillo (Cáceres), Sagunto (Valencia)o Mont-roig del Camp (Tarragona) son ejemplos de cómo se fija población al territorio y se crea industria gracias a la implantación de un parque renovable.

P: Tú que ocupas un cargo público como director de L’Energètica en Cataluña, donde ha habido oposición en algunas zonas a estos proyectos, ¿estás trabajando en este diálogo en los pueblos?

R: A mí como mínimo un día a la semana me toca visitar zonas donde puede haber una posible implantación. Cuando vas al territorio ves otra perspectiva y eso es bueno porque a veces las posiciones están muy enquistadas. La mayoría de gente no es ni negacionista ni del “sí a todo”. La mayoría de la sociedad entiende que hay que hacer renovables y entiende que hay que hacer ciertos sacrificios, pero que tampoco vale todo. Las cosas se solucionan con diálogo y compensaciones, y hay que entender la idiosincrasia de cada municipio.

P: ¿A qué otras amenazas se enfrenta la transición energética? 

R: Hay dos más. Una son los mercados. Tenemos unas reglas de mercado pensadas para las tecnologías sucias que ahora que llegan las tecnologías limpias no tienen mucho sentido, porque el coste marginal de las renovables tiende a cero. Eso hace que en horas de mucho sol el mercado se hunda y vayamos a precios de cero. Es bueno para la gente, pero a ver quién invierte en renovables si el precio es cero. Hay que reformar el mercado marginalista para dar una señal de precio a largo plazo a las inversiones en renovables.

Luego hay otra amenaza que es la red. Podemos hacer todos los proyectos de renovables que queramos, pero si no tenemos red que nos permita evacuar esa energía también tenemos un problema. Necesitamos redes de uso público racionalizadas.

R: También hablas de otro riesgo, que nos adelanten otros países de Europa.

R: Hay otro gran polo energético, el del Mar del Norte, con su potencial de eólica marina. Pero se lo están jugando todo a una tecnología. Nosotros tenemos la hidráulica, la eólica -también terrestre- y la solar. Las condiciones en la Península Ibérica son mejores. La cuestión es qué hacer con esta ventaja que tenemos. Una opción sería decir vender el exceso de producción de energía eléctrica a Francia. Eso nos daría un superávit comercial, pero el resto de Europa tendría la energía igual de barata. Sería como Arabia Saudí con el petróleo. 

Otra opción es producir hidrógeno y venderlo, generando superávit, capturando un poco más de la cadena de valor y creando una industria del hidrógeno en nuestro país. Pero les damos hidrógeno barato a la industria alemana y holandesa. Y la tercera opción es quedarse la energía y hacer una campaña de atracción de empresas y de consumos a territorio ibérico. Que no se exporte ni electricidad ni hidrógeno, sino aluminio, cerámica, datos, robótica. Intentar captar toda la cadena de la industria y que salga la mercancía.

P: El Gobierno y la UE han apostado por la tubería de hidrógeno H2Med, que conectaría Portugal, España y Francia. ¿Realmente tiene sentido convertirnos en una potencia exportadora de hidrógeno, teniendo en cuenta que igual lo poco desarrollada que está esta tecnología de momento?

R: Creo que se ha generado una burbuja bastante preocupante en torno al hidrógeno. En transporte terrestre se está imponiendo lo eléctrico y se están abandonando pruebas como el tren con hidrógeno. El hidrógeno tiene cierto sentido, pero para el último rincón de la transición energética, allí donde la electricidad no llega, como el transporte aéreo, el transporte marítimo o la industria pesada. Esa idea de exportar hidrógeno de las tres opciones que decía es la que menos veo. 

P: Respecto a la red, ¿cómo podemos depender de un sistema que esté dominado por las renovables teniendo en cuenta que el sol no da las 24 horas del día ni el viento sopla todos los días del año?

R: Aquí lo que intento es una aproximación gradual. Es realista que el viento y el sol cubran el 50, 60 al 70% de la de la producción estable. Es bastante fácil porque, por ejemplo, la eólica marina produce casi la mitad de horas al año. ¿Qué hacemos con el resto? Hay una parte que es gestionar la demanda. Si ya sabes de antemano cuándo va a haber producción renovable, en esas horas desalar agua o producir hidrógeno.

Otra parte son baterías o bombeos, tecnologías de almacenamiento de todo tipo. Y cuando ya eso no sea posible, pues habrá que tener centrales de producción pico, y una de las soluciones podría ser producir con biogás, biometano o hidrógeno en las centrales de ciclo combinado que ahora producen con gas. 

P: ¿Tendremos material suficiente para la transición energética?

R: A mí el tema de los materiales no me preocupa demasiado. Sí que ha habido desacoplamientos entre la producción y la demanda, por ejemplo de litio, que sería el material más clave para las baterías. Las reservas de litio son suficientes, lo que no lo es es el ritmo al que se está extrayendo. Las reservas de litio extraíble de forma rentable en el mundo no hacen sino aumentar cada año, a un ritmo mucho mayor de extracción, porque se van descubriendo cada vez nuevas reservas y porque hay reservas que antes no eran explotables y ahora sí. 

P: El autoconsumo fotovoltaico vivió en 2023 vivió su primer retroceso tras años de récords. ¿Qué supone esto para la transición energética?

R: El autoconsumo es esencial. Son instalaciones más baratas de hacer, tienen menos impacto, reducen las pérdidas y permiten a las ciudades hacer su parte, pero el año pasado el autoconsumo doméstico bajó un 54%, entonces hay que buscar la manera regulatoria de que vuelva a despegar.  Una de las maneras es aumentar la distancia de autoconsumo colectivo que ahora mismo tenemos en dos kilómetros y hay que ir hacia los 20 de Francia. Es una asignatura pendiente.

R: En España no hemos empezado con buen pie nuestra relación con las renovables, con el impuesto al sol de la época de Mariano Rajoy que calificas de “vergonzoso” en el libro, o la moratoria a las renovables de aquella época. ¿Podemos recuperar el tiempo perdido?

R: Con las renovables de primera generación, aquellas que dependían de las primas, la historia fue una pesadilla para miles de personas y se hicieron las cosas francamente mal, no solo por el impuesto al sol, sino por los recortes retroactivos a las renovables. El impuesto al sol prácticamente no se aplicó, pero el mensaje era que estaba prohibido y eso fue lo perjudicial.

Todos los grandes jugadores de la Champions de la energía están en la enínsula Ibérica

Pero lo hecho hecho está. En las renovables de segunda generación, las que no dependen de una prima, sino que son rentables por sí mismas, no tienen ese riesgo regulatorio de la primera ola. Alguien que saliera espantado por los recortes retroactivos de las renovables puede volver a invertir en España porque al final tenemos más recurso solar. De hecho hay un apetito inversor bestial y todos los grandes jugadores de la Champions de la energía están en la península Ibérica. 

Fuente

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